martes, 26 de marzo de 2024

AÑORANZAS

    Estos días he vuelto a leer los mensajes almacenados en mi dirección de correo electrónico.  Desafortunadamente, con mi hijo no mantuve conversaciones escritas más allá de los mensajes breves por el whatsapp que, por descuido de mi parte, se perdieron.

    Anoche volví a leer algunas conversaciones entrañables con Gerardo, reí y me llené de satisfacción al corroborar que la nuestra fue una relación completa. 

   Gerardo adquirió una cámara digital para grabar las consultas psicológicas con la finalidad de presentar a los padres los comportamientos y avances conductuales de sus hijos.  Una ocasión que fui a visitarlo a su consultorio, él me grabó y envió el video.  Quiero compartirlo porque se escucha su voz y además, menciona a mi amadísimo hijo.

   En aquel tiempo, yo laboraba los dos turnos y tenía como descanso una hora y media.  Ese tiempo lo dedicaba a ir a la casa o bien, a visitarlo en su consultorio.  Recuerdo que me propuso ser modelo, colocaría el video en su página de internet para anunciar su espacio de consultas. 

   Al final, no supe si lo hizo, pero sí que fue un momento lleno de diversión para ambos.


 

martes, 20 de febrero de 2024

A TÍ

 Mocedades fue un grupo hispano que estuvo de moda en los años 70´s.  Sus canciones lograron penetrar en el gusto de muchos y al escucharlos, recuerdo a mi compañero a pesar de que en aquel tiempo faltaba mucho para conocernos.


 




domingo, 28 de enero de 2024

A GERARDO

 


 


 
Nos unió el destino hace muchos años.  Yo estoy tranquila porque sé que te di certeza, te di la seguridad de que existe la lealtad y el amor incondicional.  Así fue mi amor para ti, un amor puro y total, aspiré siempre a ser parte de tu vida y por ello, siempre puse lo mejor que tenía y ahora me pregunto dónde y cómo estás.

   Ojalá te hayas encontrado con Emilio, porque no sé quiénes fueron importantes en tu vida que hayan trascendido al más allá. 

   Sé que tu ascendencia no fue buena para ti, espero que ellos no te hayan recibido.  Lo que más deseo es que estés rodeado de amor, de felicidad, de conversaciones, de creatividad y, sobre todo, que no sientas dolor anímico y físico.

   Desde que nos conocimos, nuestras charlas eran variadas, casi todos los temas los abordamos de manera franca, transparente, supe de tus estudios, tus juegos, tus intereses.  Llegó el momento en que me dijiste que yo había ahuyentado a tus fantasmas.  Eso me llenó de dicha, supe que había logrado ser alguien fundamental para ti.  Nuestras diferencias se salvaban con el amor.

   Ahora que ya no estás no sé cómo sentirme.  ¿Cómo explicarlo?  Por un lado, me siento triste y muy sola, ya no tengo tu voz, ni tu presencia, tus caricias, tus comentarios ni tus consejos.  Por otra parte, estoy tranquila porque sé que ya dejaste de sufrir los dolores que callaste durante los últimos meses que te pude disfrutar, sólo el último día que nos vimos me confiaste lo tremendo del dolor muscular y las lesiones que te provocó la hemiplejia. 

    Yo fui torpe, porque quise minimizar tu mensaje para no hacerte sentir peor.  Yo quise cuidarte, te ofrecí mi apoyo total, como el que corresponde cuando una ama, yo quería estar contigo en todo momento, cuidar de tu persona, procurar tu bienestar, besarte y ser dulce contigo, reconfortar tu alma y tu cuerpo.

    Mi participación contigo, mi vida entregada a ti con horarios, fue un acto parcial porque teníamos otros deberes, otras responsabilidades y otros amores.  Espero que hayas terminado como lo querías, en compañía de tus hijos y te hayas ido con la tranquilidad de que todos estaremos bien, aunque nos dejaste un vacío que tampoco se llenará.

    En mi caso, estoy desolada.  Ya no pude platicarte muchas cosas para no agobiarte; además, el tiempo y las circunstancias  impidieron nuestro contacto.  Sin embargo, quiero pensar que aún estás aquí conmigo, que me acompañas y cuidas, que me brindas tu amor y cuando escribo, creo que tú y Emilio leerán lo que redacto, imagino sus rostros, sus gestos de aprobación o sorpresa, que me dan una palmada o bien, que me besan.

   Debo actuar como una estoica, convencerme de que ustedes regresaron a su origen, que su actuación en esta obra llamada vida concluyó después de sus interpretaciones fundamentales en mi tránsito vital y estoy agradecida por haber podido conocerlos y amarlos, cuidarlos hasta donde me fue posible y sobre todo, haber podido expresarles mi cariño de diferentes maneras.,  Seré fuerte, no me dejaré vencer por el dolor.  Aún tengo responsabilidades que cumplir en compañía de ustedes dos.

 

miércoles, 17 de enero de 2024

TORPEZA

 


 

  


Es difícil de comprender la razón por la que insistí en no aprender de las experiencias.  Se suele pensar que, después de un hecho de alto impacto, se queda un aprendizaje que nos enseña y da paso a la corrección de errores u omisiones; hay sucesos que me han pasado de los que sí aprendí, pero no de todos.

   Mi padre falleció hace 17 años.  Cuando ocurrió, no viví el hecho como un arrebato sino como un desprendimiento, un aflojar de los dedos de nuestras manos para, finalmente, dejarlo partir.  Su fallecimiento lo concebí como una buena opción para terminar con el sufrimiento y deterioro de mi papá, pues habíamos vivido junto con él su descenso orgánico que fue paulatino.  Sin embargo, una quiere que el tiempo se detenga y que los demás, hasta los desconocidos, sepan que alguien importante para una ya no está aquí. 

    Mi padre falleció el 25 de septiembre de 2006 y en diciembre del mismo año me tocó la revisión anual en el Instituto Nacional de Neurología y Neurocirugía en la que el médico nos informó a mi mamá y a mí que el meningioma frontal se había desvanecido.  Yo estaba feliz. “Al llegar a la casa”, pensé, “le voy a platicar a mi papá y también se sentirá contento”.  Tras la elaboración de aquel plan, el baldazo de agua helada, recapacité, mi  papá ya no pertenecía a este mundo.

   Con mi mamá fue diferente porque vivió 83 años y el tránsito al otro plano fue de pocos días, no sufrió tanto.  Ella siempre fue una mujer fuerte, independiente y rechazaba cualquier apoyo para el mantenimiento de su higiene personal pues era muy pudorosa.  Recuerdo que siempre fue  elegante y gustaba de los buenos perfumes.  Yo contaba las veces que oprimía el atomizador, 13 en total; el aroma se distrbuía entre sus cabellos  y sus hombros, Una ocasión me confió que le gustaba perfumarse el cabello porque cuando volteaba hacia algún lado, dejaba una estela aromática.  Cuando  dejó de trabajar, después de 47 años de labor académica, abandonó ese hábito;.  Yo la perfumaba y ella reía por las cosquillitas que le provocaba el líquido perfumado que expulsaba el atomizador.  Mi madre falleció el 25 de junio de 2019.

    Mis padres vivieron lo suficiente para obtener logros, satisfacciones personales y alcanzar el éxito en algunos aspectos de su vida, y yo cumplí amorosamente con mis obligaciones como hija.

    De mi hijo Emilio, que falleció el 30 de agosto de 2019, dos meses con cinco días después que mi madre, el dolor fue inconmensurable por lo violento de su partida.  Lo primero que sentí fue una furia tremenda, me sentía enojada con la vida, con él, con las personas que estuvieron a su alrededor y con todo aquello que le hubiera podido causar algún daño.  Después, la tristeza, el vacío, el sentirme infinitamente sola y desorientada a pesar de contar con el apoyo incondicional de algunos familiares, de todos mis amigos y de Gerardo, quien me recomendó la atención tanatológica.

   Hace seis días que mi amado Gerardo, el compañero de mi vida partió al más allá.  No pude despedirme antes de que nos dejara aquí, pero sé que lo fuimos haciendo durante los tres meses que la vida le dio la oportunidad,  cuando me visitaba semanalmente y yo me percaté del enorme esfuerzo que realizaba para desplazarse y sonreír, después del infarto cerebral. 

Doy las gracias por haberlo valorado mucho más y por tratarlo con sumo cuidado y ternura.

   ¿Qué es lo que me faltó hacer?  Me faltó rendirles un homenaje en vida, porque ahora que ya no están aquí, esto que escribo sólo es para mí.  Ellos ya no sabrán cuánto los amo, los admiro, les reconozco sus esfuerzos y logros y todo lo que me reconforta y enorgullece haber sido parte de sus vidas. 


 

sábado, 13 de enero de 2024

DESCANSE EN PAZ GERARDO, FUNDADOR DE ESTE BLOG.


 

   Desde el año 2009 dimos el paso.  Mi compañero, Gerardo González Guadarrama, se encargó del diseño, buscó la imagen adecuada y eligió el título.  En un principio, Gerardo recibía mis textos para encargarse de su publicación e ilustración.  Fue una labor constante, yo escribía y él buscaba información importante para compartirla en los diferentes espacios contenidos aquí. Aún desconozco términos tecnológicos, pero lo que sí puedo asegurar es que él se encargó de la elección de documentos que se encuentran en los rubros ubicados en el menú de ese blog, debajo del título.   

   ÉL fue mi compañero de vida, mi guía, mi orientador, mi maestro, mi protector y, sobre todo, la persona a quien yo pude ofrecer todo el amor del que soy capaz.

   Por eso y por todos los recuerdos que atesoro en mi mente y mi corazón, lo llevaré conmigo hasta el final de mis días.

 

 

 

miércoles, 29 de noviembre de 2023

MADRE SUPERVIVIENTE


 

Así me defino, fui despojada de la vida de mi hijo hace más de cuatro años y, al parecer, debo obligarme a omitirlo para evitar críticas destructivas a una vida hermosa pero atormentada.

   Observo con cuánto respeto se habla de los que ya no están aquí, de los que partieron por enfermedades orgánicas del cuello hacia abajo, pero el dolor emocional y los desequilibrios mentales, ubicados en la parte más alta del cuerpo, de la que siempre está expuesta a la vista de los demás pero que más temor causa, me refiero la función cerebral, quedan fuera, como si no contaran o no fuesen parte del organismo de una persona. 

   Así, el prejuicio es el que gana, una debe callar, morderse los labios, detener las ideas que recuerdan a los hijos ausentes para evitar los juicios absurdos de personas que, cercanas o lejanas, emiten palabras llenas de desprecio hacia quienes son el motor de nuestras vidas.  Hablo en plural porque, estoy segura, otras madres cuyos hijos partieron por suicidio, se ven en la misma situación que yo.

   El suicidio deja a la madre, a mí, vaciía en mi vida diaria, en mi caminar, hablar, mis brazos quedaron abandonados, sin la posibilidad de abrazar, mis manos ya no pueden acariciar ni apoyarse en el brazo de mi hijo para desplazarme por las calles, ya no cuento con el humor y las bromas, las palabras cariñosas y los sobrenombres.  Eso mismo ocurre con las madres cuyos hijos fallecieron por otras causas pero ellas pueden hablar con otros con entera libertad porque son comprendidas y acompañadas en su dolor.

   ¿Qué es lo que ocurre con nosotras, las que tuvimos un hijo con una enfermedad emocional?  Tenemos que enfrentar críticas, palabras que descalifican al ausente y, en resumen, debemos estar alertas para contener ideas, limitar nuestras conversaciones a lo que convenga para mantener una imagen positiva del difunto que, sin importar las acciones realizadas en vida, es denigrado por su última acción vital.

   Me resulta hiriente darme cuenta de la facilidad en la que cualquiera se transforma en juez, del último acto sin valorar o intentar imaginar las experiencias, emociones, frustraciones y desalientos del fallecido, no son capaces de poner sobre una báscula lo que de positivo hubo en la vida y lo que vivió en compañía del amado suicida. 

   Los juicios externos nos hieren, lastiman, enojan, frustran y nosotras, las madres despojadas de nuestros absurdamente incomprendidos hijos , desearíamos sacudir la posición insensible hacia nuestro dolor que procuramos moderar para sobrevivir.