viernes, 19 de septiembre de 2014

REFLEXIONES DE UNA OBESA



   Una ocasión escuché decir que una es quien da sentido a la vida.  Creo que la mía no lo tiene, cuando miro a mi alrededor, no existe cosa alguna que me dé aliento.  Mi trabajo me agrada, pero no es fundamental para mí.  Creo que podría estar bien sin él, solamente me aterra el hecho de dejar de hacerlo… Aunque hay muchas, muchísimas cosas que me desagradan de aquel lugar.
   Cuando pienso en mi juventud pasada, en los sueños, aspiraciones, anhelos y sueños no realizados, me inunda un sentimiento complejo, es una mezcla de desconcierto, tristeza, amargura, sinsabor, desaliento y coraje.  “Si mi realidad hubiera sido diferente, otra cosa sería de mí”… Busco comer algo para aliviar mis penas, mis tristezas y corajes se disipan al sabor de algún alimento, el que sea.  Me engaño cuando me digo que a pesar de todo, estoy mejor que otros.  Pero a mí qué me importa cómo están los otros?  No debo pensar más que en mí, en mi tristeza, en mi frustración, en mi fealdad, en mi gordura, en mi encierro, en mi aburrimiento, en mi falta de emociones…  Y las emociones que necesito solamente las satisfago a partir de mi lengua, de mi paladar, de mis dientes, del único placer que conozco bien: comer.
   Hice algunos amigos, a todos ellos los conozco a distancia, de esos con los que nunca tendré que ver porque tampoco quiero que me vean.  Antes eran llamados amigos por correspondencia, pero ahora son miembros de clubes y salas de chat.  Con ellos me puedo transformar, soy quien quiero o, mejor dicho, quien hubiera querido ser: una mujer inteligente, joven, activa y muy atractiva, además, “de mundo” porque a todos ellos les relato que voy a diferentes lugares y mi mundo se limita a las paredes de mi casa.   Cuando reflexiono acerca de ello, me siento fatal,  quisiera ser la que personifico en mis chats, pero al voltear y ver mi rostro en el espejo, me doy cuenta que todo es una farsa y entonces, como.

   Siendo honesta conmigo misma, creo que la solución a todos mis males está en la comida, debo seguir comiendo, comer hasta el final, comer para estar bien, para hacer la vida llevadera, para salir del aburrimiento, para sustituir los viajes, las salidas, los paseos, las charlas, los contactos sociales, para acompañar las lecturas, para orientar mis reflexiones, para mitigar mis enojos, para sobrellevar mis frustraciones...


   Pero también, cuando me siento a gusto, feliz, plena, me encanta comer.  El bocado de un buen pastel, de una jugosa manzana o un dulce mango, una mordida a una grasosa gordita o un enorme sope, me producen una satisfacción casi indescriptible.  Gusto, además, de platillos extraños y soy atrevida, me aventuro a probar alimentos que combinan lo dulce con lo salado e, incluso, con lo picante.  Imagino la mezcla de sabores, anticipo su degustación y mi entusiasmo se eleva y acrecienta.

   Mi vida tiene sentido?, es mi pregunta recurrente.  Ahora lo sé, claro que lo tiene, es la comida.